Globalizaciones, Dominaciones e Interdependencias

La globalización cultural, impulsada por los medios digitales y las redes sociales, continúa difundiendo ideas

Globalizaciones, Dominaciones e Interdependencias

La noción de que la globalización se encuentra en su lecho de muerte debido a las políticas proteccionistas y tensiones geopolíticas creadas por el trumpismo estadounidense revela una limitada comprensión de un fenómeno multidimensional. Reducir la globalización a la política arancelaria de una nación, por importante que sea su economía, equivale a confundir la marea con una ola. La globalización no es una entidad monolítica susceptible de un único certificado de defunción, sino un conjunto intrincado de procesos de interconexión humana que se han tejido a lo largo de siglos, incluso milenios.

La dificultad para definir con precisión la "globalización" radica precisamente en su naturaleza multifacética. El sociólogo Anthony Giddens nos ilumina sobre la creciente interconexión global y su impacto en la reformulación de las identidades, mientras que otro sociólogo, Roland Robertson, acuñó el término "glocalización" para capturar la dialéctica entre lo global y lo local, una tensión inherente a este proceso. Para entender la “globalización”, es necesario comprender estas dinámicas… y muchas otras.

En realidad, presenciamos la coexistencia de múltiples "globalizaciones" entrelazadas. La globalización tecnológica, impulsada por la imparable marcha del internet, la inteligencia artificial y las telecomunicaciones, se erige como una fuerza irreversible que redefine las fronteras del conocimiento y la comunicación. La globalización económica, si bien experimenta reconfiguraciones en las cadenas de suministro y los flujos de inversión, mantiene una interdependencia ineludible entre las naciones. Pensemos, por ejemplo, en cómo la producción de un simple teléfono inteligente involucra a empresas y recursos de múltiples continentes, mientras que un vehículo moderno puede tener más de 30,000 componentes que provienen de docenas de países.

La globalización cultural, impulsada por los medios digitales y las redes sociales, continúa difundiendo ideas, información y estilos de vida a una velocidad sin precedentes, planteando desafíos inéditos a las identidades locales y las tradiciones. La globalización de las telecomunicaciones, sustentada en redes satelitales y fibra óptica, sigue expandiendo la conectividad del planeta. Incluso las globalizaciones políticas y sociales, aunque merecerían un análisis más profundo, son palpables en la creciente movilización transnacional de las ideas y la conciencia de problemas globales como la problemática ambiental.

La globalización tiene incluso dimensiones espirituales. La Iglesia Católica, por ejemplo, ha realizado esfuerzos históricos para trascender fronteras geográficas y culturales, llevando su mensaje a diversas regiones del mundo. La sucesión de papas en los últimos tiempos – un polaco, un argentino y ahora un estadounidense – es un testimonio de cómo la globalización también se manifiesta en la capacidad de una institución milenaria para integrar diversas perspectivas y liderazgos, trascendiendo el dominio que alguna vez ejerció una sola nacionalidad.

Así pues, el "cadáver de la globalización" goza de muy buena salud, pues quienes proclaman su deceso ignoran la persistencia y la evolución de procesos que han moldeado la historia de la humanidad. Si entendemos la globalización como un proceso creciente de interconexión humana a través de la historia, es muy difícil razonar que ésta va en declive.

También es importante entender que, en el ajedrez global de las dominaciones y la interdependencia, existen cinco "guerras" permanentes que modelan el panorama mundial: la comercial, la tecnológica, la geopolítica, la económica y la militar. Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos emergió como una potencia hegemónica, con una capacidad productiva que superaba la mitad del producto mundial bruto, lo que le permitió establecer un "Nuevo Orden Mundial". Sin embargo, la historia nos enseña que los órdenes mundiales son fluidos y están sujetos a las dinámicas de poder entre las naciones.

Hoy somos testigos de una nueva reconfiguración de ese orden. La proliferación de "globalizaciones" en múltiples dimensiones complejiza aún más este escenario. Cada una de estas dimensiones presenta múltiples facetas, y ningún país ejerce un dominio absoluto sobre todas ellas. La cruda realidad es que existen "globalizadores" y "globalizados", pero ésta es una dinámica de poder que nada tiene que ver con las teorías conspirativas de un “gobierno mundial”, los illuminati, Rothschild, Soros y otras de quienes sólo se ilustran en Facebook y Tik Tok. Finalmente, aun en la reconfiguración del orden mundial, EE.UU. mantendrá un rol protagónico como “globalizador”, dada su influencia económica, tecnológica, militar y cultural en el futuro previsible.

Es importante mantener una perspectiva crítica sobre el papel de Estados Unidos en el mundo, pero también reconocer la posición de México en esta ecuación. La conocida metáfora del catarro y la pulmonía ilustra certeramente nuestra interdependencia asimétrica. Sin embargo, en su relación con el poderío estadounidense, México posee una ventaja estratégica global: 38 millones de mexicanos-estadounidenses, un puente humano y cultural que erosiona las líneas divisorias y cimienta una riqueza binacional incalculable. Aprovechar las oportunidades y ventajas que esta compleja relación bilateral ofrece es crucial para el futuro de ambos países.

Reconociendo la fuerza gravitacional de su vecino del norte en un mundo globalizado en constante redefinición, el destino de México se moldeará en la gestión inteligente de las oportunidades y beneficios que ofrece esta inevitable relación de poder. Su capacidad para capitalizar estratégicamente esta conexión lo posiciona, además, como un aliado poderoso en la emergente distribución del poder global.

rikkcs@gmail.com

El doctor Castro fue consejero externo para el Gobierno Mexicano y presidente de la comisión de asuntos fronterizos del Instituto de los Mexicanos en el Exterior (IME). Ha sido catedrático, decano y vicerrector para desarrollo internacional en Pima College de Tucson, Arizona.