La reciente serie Chespirito: Sin querer queriendo no solo desató una ola de nostalgia entre los fanáticos de El Chavo del 8, sino también revivió viejas polémicas, particularmente las relacionadas con Florinda Meza, actriz que dio vida a la inolvidable ‘Doña Florinda’.
Con el estreno de la serie biográfica sobre Roberto Gómez Bolaños, tanto él como el elenco que lo acompañó por décadas se convirtieron en tendencia, pero fue Meza quien acaparó reflectores por los detalles íntimos de su relación con el comediante y las tensiones con sus compañeros.
Este renovado interés en la figura de Florinda Meza ha llevado también a revisitar uno de los aspectos más curiosos de su legado actoral: el llamado síndrome de Doña Florinda.
¿QUÉ ES EL SÍNDROME DE DOÑA FLORINDA?

Este concepto psicológico y sociológico fue acuñado por el escritor argentino Rafael Ton. En su ensayo, Ton analiza la conducta de este personaje como reflejo de un sector de la clase media que, al mejorar ligeramente sus condiciones económicas, desarrolla una actitud de desprecio hacia quienes se encuentran en la posición que ellos mismos solían ocupar.
Doña Florinda, madre de Quico y vecina que se autoproclama superior al resto, vive en la misma vecindad que Don Ramón, el Chavo y la Chilindrina, pero constantemente los desprecia, los llama “chusma” y se queja de su entorno.
Sin embargo, ella misma no es dueña del lugar donde vive ni cuenta con los medios para salir de allí. Esta actitud, señala Ton, es una forma de autoengaño social, donde el individuo se fabrica una falsa superioridad basada en diferencias mínimas como pagar la renta a tiempo o vestir mejor.
¿QUÉ CARACTERIZA A LAS PERSONAS CON EL SÍNDROME DE DOÑA FLORINDA?
El síndrome de Doña Florinda se refiere a personas que manifiestan desprecio hacia su comunidad de origen al alcanzar una ligera mejora económica. No quieren que otros progresen, ya que temen perder su “estatus” relativo. Esta visión distorsionada del entorno genera resentimientos, alimenta desigualdades y obstaculiza la movilidad social.
Desde la sociología y el derecho, este fenómeno cobra gran relevancia. La discriminación basada en supuestas diferencias de clase, como las que dramatiza el personaje, representa una amenaza para la igualdad de derechos y el respeto al Estado de Derecho.
En lugar de fomentar la equidad, perpetúa divisiones absurdas entre ricos y pobres, educados e iletrados, morenos y blancos, cuando en realidad, todos merecen el mismo trato y respeto.
Mientras algunos vinculan este síndrome con un complejo de superioridad, otros lo relacionan con el síndrome de Hubris, caracterizado por ego desmedido, arrogancia y narcisismo.
Sea cual sea la etiqueta, lo cierto es que Doña Florinda, más allá de los guamazos al profesor Jirafales o sus eternos rulos, se ha convertido en símbolo de un problema social que, tristemente, sigue tan vigente como los episodios que aún nos hacen reír… y reflexionar.