Santoral de hoy, 6 de agosto: Fiesta de la Transfiguración del Señor

Este episodio destaca la conversación entre Jesús, Moisés y Elías, y la voz de Dios proclamando: "Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto"

Santoral de hoy, 6 de agosto: Fiesta de la Transfiguración del Señor

Cada 6 de agosto, la Iglesia celebra la fiesta de la Transfiguración del Señor, un evento trascendental que ocurrió en presencia de los apóstoles Pedro, Juan y Santiago, y que anticipa la gloria de la Resurrección de Jesús.

Este episodio, profundamente significativo en la vida cristiana, destaca dos momentos clave: la conversación entre Jesús, Moisés y Elías, y la voz de Dios que resuena desde una nube, proclamando: "Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo" (Lc 9, Mc 9, Mt 17).

LA TRANSFIGURACIÓN: UN MOMENTO DE REVELACIÓN DIVINA

Según el relato evangélico, la Transfiguración tuvo lugar en el Monte Tabor, un lugar apartado cuya denominación hebrea, "Tabor", significa “el abrazo de Dios”. Este monte fue testigo de una manifestación gloriosa de la divinidad de Jesús, en la que Él mostró, aunque solo por un instante, su gloria celestial, confirmando la confesión de Pedro.

En el Catecismo de la Iglesia Católica (555), se explica que la Transfiguración revela a Jesús como el Hijo de Dios, al mismo tiempo que prepara a los apóstoles para comprender el misterio de la Cruz. El texto subraya que "para entrar en su gloria" es necesario pasar primero por el sufrimiento, tal como lo anunciaron Moisés y Elías, quienes, según el Catecismo, hablaron de los futuros padecimientos del Mesías.

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Transfiguración del Señor. Foto: ACIPRENSA.

LA VOZ DE DIOS Y LA REVELACIÓN DE LA TRINIDAD

En este pasaje, la voz de Dios que habla desde la nube refuerza la idea de la predilección divina por Jesús. San Jerónimo comenta que, mientras Moisés y Elías son siervos de Dios, Jesús es "el Hijo", de naturaleza divina, la manifestación misma de la esencia del Padre. Para San Tomás de Aquino, este evento es una teofanía completa, ya que en él se revela toda la Trinidad: el Padre en la voz, el Hijo en la figura humana de Jesús, y el Espíritu Santo en la nube luminosa.

REFLEXIÓN SOBRE LA REACCIÓN DE LOS APÓSTOLES

Cuando la Transfiguración llegó a su fin, Pedro expresó un deseo espontáneo: “Señor, ¡qué bien se está aquí!” (Mt 17, 4). Sin embargo, como subraya San Agustín, la experiencia trascendental de la gloria divina no podía durar en la tierra. A través de este episodio, Jesús enseñó a los apóstoles (y a nosotros) que la vida terrenal está marcada por el sufrimiento y la cruz, pero que nuestra mirada siempre debe estar puesta en la gloria eterna que nos espera en el cielo.