María de Jesús Mundo, mejor conocida como Doña Mari, falleció a los 80 años tras haber pasado sus últimos tres años en la Central de Autobuses de Puebla (CAPU), donde residía aferrada a una banca y a la esperanza de volver a ver a sus hijos, quienes, según contaba, habían emigrado a Estados Unidos.
Originaria de Tehuacán, Puebla, Doña Mari fue desalojada de su vivienda por falta de pago, quedando sin un lugar al que acudir.
Su refugio se convirtió en una banca de la terminal de autobuses, donde con su bastón y algunas pertenencias vivía el día a día con la mirada fija en la puerta, esperando que alguno de sus hijos Víctor Manuel, Marina Guadalupe o Alma Rivas Mundo cruzara para abrazarla de nuevo.
UNA HISTORIA QUE TOCÓ CORAZONES
Su historia se viralizó hace un año cuando un ciudadano compartió un video donde mostraba su situación. Desde entonces, muchos usuarios de redes sociales y ciudadanos comunes que transitaban por la CAPU comenzaron a brindarle apoyo con alimentos, ropa y dinero.
Incluso, el Sistema Estatal DIF intervino para localizar a sus familiares y ofrecerle un albergue digno, pero Doña Mari siempre se negó.
Ella aseguraba que una de sus hijas la había abandonado en la central camionera, pero mantenía la esperanza de que todo había sido un malentendido y que algún día regresarían por ella. Nunca quiso irse a un asilo porque eso, para ella, significaba renunciar a su sueño de reunirse con sus hijos.
FALLECIMIENTO EN SOLEDAD
Doña Mari falleció en soledad, y su cuerpo permanece sin ser reclamado. Las autoridades continúan esperando que algún familiar se presente para identificarla y brindarle un entierro digno.
Su historia es un reflejo de abandono, pero también de fe inquebrantable y de la bondad ciudadana que, aunque no llenó el vacío de su familia, la acompañó hasta el final.
Hoy, la CAPU no solo despide a una mujer, sino a un símbolo de espera, amor incondicional y esperanza que no se rinde, incluso ante el paso de los años.