Según los que saben de estos menesteres, en política una relación “congelada” puede ser funesta regularmente para una de las partes que la suscriben. En el ámbito personal quizá también ocurra lo mismo. Pero a menudo suele pasar también en el lindero político, donde los hechos en esta materia parecerían ser más notables, o por lo menos así ha sido como se les quiere ver o interpretar.
Y es precisamente en este campo donde se ha generado la congelación de los modos que unían a los partidos Morena y del Trabajo. El inesperado o inusual hecho lo hizo público Reginaldo Sandoval, coordinador de los diputados petistas. Al parecer, todo se debió a la actitud de soberbia que, según Sandoval, ha caracterizado al hoy partido en el poder.
El diputado del PT dijo también que la soberbia morenista no sólo se extiende al liderazgo nacional, sino también a los gobernadores del partido, a los que, acusó, “se sienten dueños de los estados que gobiernan”. La que se comenta bien podría ser una película vista (con muchas repeticiones) en el pasado reciente, cuando los gobernadores del PRI se creían exactamente lo mismo que señaló el legislador petista.
No es de creerse que señalamientos de esta naturaleza terminen por calar hondo en el contexto morenista. Suponiendo que el reclamo del PT sea en serio, podría pensarse que sobran modos o forma para que los operadores de Morena subsanen este diferendo, en el supuesto, insístase, de que asuman tomarlo en serio.
Cabría suponer que el PT necesita todavía mucha mayor fortaleza propia para hacérsela de tos a un partido como Morena, que dispone hoy de un impresionante poder a lo largo y ancho de toda la república. Tampoco cabe pensar que, por su lado, el Partido Verde Ecologista, el otro gran aliado suyo, también quisiera formularle reclamaciones a Morena. Es igual: no llegaría muy lejos con esa actitud. Simplemente esto sería así por el gigantismo político o geográfico que alcanzó y tiene hoy un partido como Morena.
Pero la causa no se mira tan perdida para el petismo. Es así porque Ricardo Monreal, coordinador de Morena en la Cámara de Diputados, reconoció que la alianza con el PT está hoy complicada pero que es indispensable. El único problema es que, hoy por hoy, parecería que Monreal políticamente hablando no las trae todas consigo.
Mientras tanto, vale la pena consignar que una vez más se han producido quejas o reclamaciones sobre sobre del modo en que, por lo visto y sabido, suelen conducirse en su trabajo los policías de Etchojoa. Podría decirse que desde hace largo tiempo ha sido y es más o menos común que se generen reclamaciones por la actitud que se describe.
El asunto no es de ayer ni de anteayer. Viene de mucho tiempo atrás. Por eso sorprende que la arbitraria actitud que se atribuye a la gendarmería etchojoense, siga manifestándose en perjuicio económico de conductores de vehículos que, aunque se oiga feo, prácticamente son extorsionados por representantes de la ley. Repítase que una conducta policial como la que se describe no es precisamente de ahora en Etchojoa.
Ocurre que no siempre hay denuncias que trasciendan al conocimiento público. Pero valdría la pena intentar el recuento que ponga en claro desde cuándo tiene vigencia la práctica policial que se comenta. Aunque este dato quizá en estas alturas carezca de importancia. En cambio, lo que realmente valdría la pena sugerir, es la adopción una actitud frontal de las autoridades respectivas para terminar con la acción que se menciona, con respecto a la cual, insístase, no hay nada nuevo bajo el sol.
Un episodio reciente centró de nuevo en el ánimo público el tema a que se alude. Todo fue muy claro: transportistas regionales notificaron a la opinión pública que policías municipales de Etchojoa se han dedicado a instalar retenes en carreteras estatales. Pero con certeza o ironía apreciables, el transportista José Irene Wilson Antelo dijo: “No tienen ningún negocio ahí”.
Y, efectivamente, nada les ocupa normalmente en ese ámbito. En cuentas resumidas, Wilson Antelo dijo también que la situación de que se habla “sigue igual o peor”. Tal es un señalamiento en el que vale la pena detenerse por las implicaciones que hace notar. Toca a las autoridades locales asumir la tarea que evidentemente les corresponde para corregir el estado de cosas descrito, y que una vez más ha salido a conocimiento de la opinión pública.
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