Nada de esto pasará, tras el fuego, éste en particular, no hay marcha atrás. Consecuencias de la evasión. Scott Morrison, primer ministro de Australia, tuvo que interrumpir sus vacaciones en Hawái. Ese incendio que desde abril pasado le advirtieron especialistas e investigadores, sí se encendió. Maldita la hora, habrá pensado, en que debió disculparse por estar ausente en los días más duros de una crisis, que aunque inició en septiembre se la anunciaron meses antes. Y no hizo nada, esa negación a las consecuencias climáticas que trajeron la sobreexplotación del planeta le parecían falacias. Hoy, tendrá que fraguar una estrategia que deje atrás (algo ya imposible) a los más de mil millones de animales que ha muerto en los últimos cuatro meses. También deberá escoger las palabras adecuadas que den paz a los familiares de las al menos 25 personas que han muerto en medio de las llamas. Está obligado a dar un discurso que dé certidumbre a quienes hoy buscan a un pariente desaparecido. Tendrá que buscar los recursos que permitan la reconstrucción de más de 15 mil hogares y dar tranquilidad a los más de cien mil evacuados.
El primer ministro deberá acercarse, ahora sí, a esa comunidad científica para buscar la vía para recuperar a la población de fauna perdida. ¿Cómo le harán para que ese 30% de koalas que hoy ya no existen sea sólo un mal paso fácil de sobrepasar? ¿Cómo, si esta especie tiene su reproducción limitada debido a una bacteria identificada por ecologistas del país? ¿Cómo garantizarán la supervivencia de las especies y sus ejemplares que logren resguardo durante esta tragedia? ¿Cómo, si con la devastación de millones de hectáreas, poca será la tierra fértil? ¿Cómo, si esta nueva configuración del ecosistema traerá nuevas catástrofes?
¿Ahora sí tendrá elementos ese primer ministro para dar su lugar a un problema global? ¿Necesitará acaso que le recuerden que la suya, la tragedia que debe enfrentar, es al menos diez veces más grande que los incendios en California o casi el doble que lo ocurrido en la Amazonia? Ambos casos también ocurrieron en países en donde sus presidentes se ufanan en su negacionismo, esa postura torpe, pero audaz y peligrosa.
La Ópera de Sydney, uno de los emblemas arquitectónicos que identifica a esa parte del mundo, tiene una altura de 65 metros. Las llamas, que hoy también (y dolorosamente) son signo de aquella región, alcanzan los 70. Así de grande es el fuego y la omisión.
Addendum
Y no sólo hay negacionistas del cambio climático, también del trabajo diplomático. Las varias crisis que ha enfrentado nuestro país en su relación con Estados Unidos se han resuelto gracias a las constantes intervenciones del canciller, pero la embajada de México en Washington y su titular parece más preocupada por las redes sociales, por aparecer en la foto y en tener asiento en primera fila en los eventos oficiales. Uff, qué alivio que Martha Bárcena logró que la cambiaran de asiento en el primer día de jornada de la Reunión Anual de Embajadores (ojalá tuviera algo más que presumir).