Cada 9 de mayo, el santoral de la Iglesia Católica celebra la festividad de Santa Luisa de Marillac, una mujer que se destacó por su extraordinario temple y generosidad, dedicando su vida al servicio de los más pobres y enfermos de Francia en el siglo XVII.
DE LA NOBLEZA A LA POBREZA Y EL SERVICIO
Luisa de Marillac nació en París en 1591, hija natural del noble Luis de Marillac y una mujer no perteneciente a la nobleza. Desde su infancia, Luisa recibió una formación humanística en el Monasterio Real de Saint Louis, donde su tía le enseñó a leer, escribir y pintar.
A pesar de su linaje noble, la muerte de sus padres y el posterior empeoramiento de la situación económica familiar la llevaron a experimentar las penurias materiales que padecían muchos franceses en su época. Esta experiencia le permitió empatizar con las dificultades de los más desfavorecidos, una característica que marcaría su futuro.
En 1613, se casó con Antonio Le Gras, con quien tuvo un hijo. Sin embargo, la enfermedad de su esposo y su posterior fallecimiento sumieron a Luisa en una profunda reflexión sobre el sentido de su vida. En ese momento, conoció a San Vicente de Paul, quien sería su confesor y mentor. Juntos, fundaron la Compañía de las Hijas de la Caridad, una congregación religiosa dedicada al servicio de los más pobres y necesitados.
FUNDADORA DE UNA NUEVA FORMA DE SERVICIO SOCIAL
El encuentro con San Vicente de Paul fue fundamental. A través de él, comprendió que su vida debía orientarse al servicio de los demás, especialmente a los más necesitados. Juntos crearon las “Cofradías de la Caridad”, que buscaban mejorar las condiciones de vida de los más pobres en las zonas rurales de Francia. A lo largo de los años, Luisa se entregó con total devoción a este proyecto, y en 1634 fundó la Congregación de las Hijas de la Caridad.
La santa no solo organizó centros de formación para las voluntarias, sino que también se dedicó personalmente a la atención de los enfermos y desamparados, trabajando en hospitales y socorriendo a las víctimas de diversas calamidades, como la guerra y las epidemias. A pesar de sus problemas de salud, Luisa nunca dudó en ofrecerse como instrumento de servicio a los demás, guiando a sus hermanas en la misión de aliviar el sufrimiento humano.

“AMAD A LOS POBRES, Y HONRARÉIS AL MISMO CRISTO”
Uno de los legados más importantes de Santa Luisa fue su enseñanza sobre el amor al prójimo. En sus últimos años de vida, ya postrada por la enfermedad, dejó un mensaje claro a sus hermanas: “Sed empeñosas en el servicio de los pobres... amad a los pobres, honradlos, hijas mías, y honraréis al mismo Cristo”.
SU LEGADO Y CANONIZACIÓN
Santa Luisa de Marillac murió el 15 de marzo de 1660, pero su influencia perduró a través de la labor de las Hijas de la Caridad y las numerosas instituciones que fundó. Fue canonizada en 1934 por el Papa Pío XI, y en 1960, el Papa San Juan XXIII la nombró patrona de los asistentes sociales.
Originalmente, la fiesta de Santa Luisa se celebraba el 15 de marzo, pero desde 2016, debido a su cercanía con la Cuaresma, se trasladó al 9 de mayo, el día de su beatificación.