Nadie puede negar que, desde hace poco más de una década en prácticamente todo el territorio nacional se ha esparcido el cáncer de la violencia, la cual nos afecta en gran medida a los más de 120 millones de mexicanos que habitamos este país.
En esa dinámica, una de las cuestiones que más ha preocupado a sociólogos y expertos en materia de seguridad, es la normalización de dichos actos de violencia, con los cuales, poblaciones enteras han tenido que lidiar y tratar de acostumbrarse a estos hechos, siempre con el temor a flor de piel de ser víctima de una confusión o de las famosas “balas perdidas”, encomendando en todo momento a su familia a la bendición de Dios para continuar con su afán diario.
Lo anterior ha provocado que estados enteros transcurran por el tiempo dejando una estela de violencia e inseguridad entre sus habitantes, tal es el caso del estado de Sonora, en el cual, la violencia ha provocado estragos irreparables en la vida de miles de ciudadanos quienes de una u otra manera se han visto afectados por este fenómeno que parece no tener final.
Y digo que parece no tener final porque después de muchos años y, cuando el inesperado confinamiento provocado por el Coronavirus parecía dar un respiro a los sonorenses en materia de seguridad, se dieron a conocer las desesperanzadoras cifras de violencia. Sonora incrementó el índice de homicidios dolosos en un 60% durante el primer trimestre de 2020, respecto al mismo periodo del año anterior, lo que provocó que el semáforo delictivo de Sonora se tornara rojo y acto seguido la entidad se colocara en el lugar número 12 a nivel nacional en materia de homicidios.
Posteriormente todos los sonorenses hemos sido testigos de la cruel e impune manera en la que el crimen organizado opera en nuestra entidad. Actos como la desinhibida manera de actuar en Magdalena de Kino, municipio que años atrás era reconocida por ser un pueblo mágico bastante tranquilo y colonial. Asimismo, el lamentable atentado al informador y empresario Jorge Armenta, quien perdió la vida en un incidente que deja muchas incógnitas y un lastimoso agravio que se suma a la ola de violencia en Sonora.
Buscar culpables es relativamente lo más sencillo, aquí no se trata de señalar por señalar, ni mucho menos alzar la voz con finalidad política. El tema de la seguridad en Sonora lleva en el fondo, muchos sueños e ilusiones truncadas, lleva también el legado de haber destruido innumerables familias que en muchas ocasiones no tenían nada que ver con el tema.
Es por lo que los ciudadanos debemos exigir, de manera contundente, resultados a los tres órdenes de Gobierno. No es posible que sigamos viviendo en un Estado en estado de descomposición social víctima de la desbordante violencia.
Federación, Estado y Municipio, han fallado en su labor por mantener el orden de la entidad, así como también, la sociedad ha fallado en su labor de crear ciudadanos con plena noción de lo que debería ser la vida en sociedad.
Por último, me gustaría agregar una frase que me topé en Twitter sobre el tema de la violencia en Sonora matizándolo para este escrito: Los mismos ciudadanos son muy responsables también, porque les encanta meterse cualquier tipo de droga dura, que provoca en gran medida la muerte de miles de sonorenses.
La solución también somos nosotros, desde la familia.
borbonmanuel@gmail.com