INFRAESTRUCTURA VERDE: UNA URGENCIA HÍDRICA PARA LAS CIUDADES DEL SIGLO XXI

El riesgo de no actuar es alto y tangible

INFRAESTRUCTURA VERDE: UNA URGENCIA HÍDRICA PARA LAS CIUDADES DEL SIGLO XXI

En tiempos de crisis hídrica, conceptos como “infraestructura verde” y “recolección de aguas pluviales” comienzan a dejar de ser ideas futuristas para convertirse en necesidades urgentes. La infraestructura verde se refiere a un conjunto de soluciones basadas en la naturaleza que permiten gestionar el agua de manera sostenible, mejorar la calidad del aire y el suelo, y reducir el impacto ambiental de las ciudades. Uno de sus objetivos clave es la captación, retención y reutilización del agua de lluvia como recurso estratégico para enfrentar la escasez.

La recolección de aguas pluviales —parte fundamental de esta infraestructura— consiste en interceptar el agua que cae durante las lluvias, canalizarla y almacenarla para su uso posterior, ya sea para riego, limpieza urbana o, con el tratamiento adecuado, incluso para consumo humano. En un contexto de sequía prolongada y sobreexplotación de los acuíferos subterráneos, como el que atraviesan muchas regiones de clima cálido seco, no adoptar estas soluciones nos expone a un futuro de crisis sistemática.

Las tecnologías de infraestructura verde más populares son variadas, escalables y, en muchos casos, de bajo costo relativo. Entre ellas destacan:

  • Jardines de lluvia: áreas verdes diseñadas para captar escurrimientos superficiales y filtrarlos lentamente al subsuelo, ayudando a recargar los acuíferos y reducir inundaciones.
  • Techos verdes: cubiertas vegetales que retienen agua de lluvia, mejoran el aislamiento térmico de los edificios y disminuyen el efecto de isla de calor urbano.
  • Pavimentos permeables: superficies que permiten el paso del agua al subsuelo, a diferencia del concreto tradicional que la hace escurrir sin control.
  • Sistemas de captación pluvial domésticos: instalaciones sencillas en viviendas que recolectan agua desde los techos y la almacenan en cisternas para usos no potables.

Además de las anteriores, recolectar el agua que se produce mediante el proceso de condensación en los aparatos de aire acondicionado, que generalmente se purga y desecha, es un buen primer paso para aprovechar el recurso para usos domésticos varios, aunque no se recomienda para consumo humano o animal.

Estos sistemas no solo ofrecen beneficios ambientales, también tienen impactos positivos en la salud pública, potencian la reducción del gasto en infraestructura gris (como drenajes y plantas de bombeo) y pueden ser motores de empleo local y educación comunitaria si se implementan con visión social.

El riesgo de no actuar es alto y tangible. La dependencia casi exclusiva de los acuíferos ha llevado al agotamiento acelerado de estos reservorios subterráneos. En muchas ciudades, el nivel freático desciende cada año, provocando hundimientos del suelo, deterioro en la infraestructura urbana y conflictos por el acceso al agua. En zonas de clima cálido seco como el nuestro, donde las lluvias son escasas pero intensas, el agua que no se aprovecha termina como escorrentía contaminada, mientras el subsuelo sigue secándose.

A mediano plazo, esta dinámica lleva a una espiral de insostenibilidad: menos agua disponible implica mayor extracción a mayor profundidad, lo que a su vez agrava la escasez. A largo plazo, muchas ciudades podrían enfrentar racionamientos severos, migraciones forzadas y pérdida de productividad económica si no modifican su relación con el recurso hídrico, y en ocasiones, derivando en conflictos interestatales o internacionales.

Por eso, es imprescindible que, como ciudadanía, nos eduquemos en torno al agua. No se trata únicamente de “ahorrar” en lo doméstico, como los implementos en grifos, regaderas y sanitarios, sino de entender cómo funciona el ciclo urbano del agua y qué podemos hacer desde nuestras casas, comunidades y gobiernos locales para hacerlo más resiliente. Implementar sistemas de recolección y almacenamiento pluvial, incluso en pequeña escala, puede marcar una gran diferencia si se multiplica a nivel urbano. El acceso al agua potable no puede seguir considerándose un hecho garantizado. Es un recurso cada vez más escaso que exige una nueva cultura urbana: una que combine conocimiento técnico, voluntad política y compromiso ciudadano.

A pesar del panorama, hay esperanza. Las soluciones están disponibles, son técnicamente viables y ya se aplican con éxito en muchas partes del mundo; en la red hay numerosas fuentes de información y tutoriales para conocer al detalle cuáles pueden ser las tecnologías más apropiadas para cada caso. Y si bien las iniciativas individuales son encomiables, se requiere de nuestra decisión colectiva para adoptarlas a escala urbana. Empezando hoy, todavía estamos a tiempo de construir ciudades que, en lugar de agotar sus fuentes de vida, aprendan a vivir con ellas de manera inteligente y sostenible.

¿Y tú, ya pensaste cómo puede tu hogar o tu comunidad captar la próxima lluvia?

Profesor-investigador titular del Departamento de Arquitectura y Diseño de la Universidad de Sonora, campus Hermosillo.