Y luego esos que van por ahí presumiendo su juventud como si su jovialidad fuera un mérito, cuando todos sabemos que la juventud es circunstancial. No hicimos nada para estar en esa etapa de nuestra vida como para presumir ante los mayores que tenemos menos años que ellos. Y es que, ¿quién te asegura que llegarás a viejo?
Y ahí vamos temiendo, más en cada cumpleaños, el paso del tiempo, cuando le deberíamos hacer como mi madre que se ponía años para que le dijeran, te ves más joven. Y es que la jovialidad tiene mucho que ver con la actitud que con el tiempo, pues hay jóvenes de espíritu viejo y viceversa.
Yo, en lo personal, después de mucho reflexionar sobre el pasar del tiempo por mi cuerpo y por mi mente; tras de verme cada día un poco más viejo, pero de sentirme cada día un poco más completo, llegué a la conclusión, muy personal, que la única razón para temer a la vejez es no haber disfrutado la juventud. Sí, todos sabemos que la edad adulta es sinónimo de lucir mal, pero, lo peor, de estar mal de salud, que es lo más común, pero de ¿qué otra manera nos haríamos humildes, pero en serio, si no es en estas circunstancias? No creo que haya alguien que quiera vivir por siempre aun cuando no envejeciera. Marchitarse es lo normal y después morir. Creo que eso de lucir mal y sentirse peor, supongo, que sería lo que nos haría cambiar ciertas actitudes y egos, pues andaremos cerca de nuestros últimos días; cerca de entregar el equipo, como dicen por ahí, eso sin descontar que la muerte nos ronda a todos por igual, incluso a los más jóvenes. Por eso en lugar de agobiarnos con los años hay que alegrarnos con el tiempo vivido. Con las experiencias aprendidas; con los errores, con los fracasos, con las alegrías y con las ilusiones.
Por cierto, ayer pasé un muy feliz cumpleaños, que pienso celebrar durante una semana si Dios me lo permite. Los amigos y los conocidos que se toman la molestia de felicitarte es suficiente razón para seguir adelante con nuestros planes.