Hoy es uno de esos días en que no tengo ánimos para nada; que me siento empachado de la rutina, que por más que hago por evadirla, retorna majestuosa de nuevo a mi vida, para darle su tono de gris tan característico.
Hoy es uno de esos días en que te sientes como si las derrotas se acumularan por sobre las victorias, dejando un balance negativo en las finanzas del espíritu; y es cuando llegan esas horas en que el cuerpo te grita aquí estoy mediante alaridos dolor, debilidad y temor.
Esos momentos en que los ojos se te quieren cerrar cuando les da la gana, aun siendo una bella mañana.
Es un día de esos en que lo único que sientes que crece es la panza que crece y crece y sigue creciendo sin que nada más crezca dentro de ti y sin importarle de todos los placeres culinarios a los que has renunciado con tal darle el gusto de mantenerla a la línea.
Hoy es uno de esos días en que se enfatiza en tus sentidos, cómo las hojas del calendario, que a paso veloz, se llevan consigo los sueños de lozanía y uno que otro ápice de esperanza, dejando una estela de risas estrepitosas a tus espaldas que terminan por ensordecerte el juicio.
Y junto a todo esto, los recibos por pagar no cesan de llegar hasta el portal de tu casa, mientras que no hallas cómo hacerle para que te alcancen las 24 horas del día para juntar los pesos que necesitas.
Aun así, con el existir despuntado sobre cuestas y quizás, hasta condenados a una eternidad de deseos sin esperanza, la vida siempre nos da otra oportunidad para reiniciar nuestros pasos por el camino de alegría que un día, también como éstos, nos vio nacer.
Entonces, encuentras en la calle a esos humildes hombres y mujeres que desde siempre han estado con el mazo dando, y supongo que a Dios rogando, recogiendo la basura, entregando cartas, lavando carros, planchando y lavando ajeno, cuidando enfermos y ahí van, con la cabeza en alto y una sonrisa en los labios, y en ocasiones, hasta cantando; sin embargo, cuántos nos damos el lujo de malgastar las valiosas horas de esta breve vida sumergidos en nuestro ego que nos mata lentamente y sin clemencia.
Hoy me he dado cuenta que por más cerrado que este el panorama, siempre habrá un punto por donde la luz podrá pasar, sólo déjala brillar.
Jesushuerta3000@hotmail.com