“Señor mío y Dios mío”, dijo Santo Tomás, quien no creía inicialmente en la resurrección de Jesucristo hasta que vio y tocó las heridas de su cuerpo
Por: Ofelia Fierros
Hoy, 3 de julio, el santoral de la Iglesia Católica celebra la fiesta de Santo Tomás Apóstol, un hombre que, a pesar de sus dudas, llegó a ser un ferviente testigo de la divinidad de Jesucristo. Patrono de jueces, arquitectos, teólogos y diversas ciudades en Italia, Tomás es conocido por su carácter impetuoso y su viaje de transformación espiritual.
UN APÓSTOL DE FE Y DUDAS
Tomás, originario de Galilea, fue llamado por Jesús a ser uno de sus discípulos. En el Evangelio de San Juan, su historia se destaca por un momento fundamental: su incredulidad frente a la resurrección de Cristo.
Los demás apóstoles le contaron que habían visto al Señor resucitado, pero Tomás, que no estuvo presente en esa primera aparición, reaccionó con escepticismo. “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos, no creeré”, dijo (Jn 20, 25).
Sin embargo, Jesús, en su infinita bondad, se aparece nuevamente, ocho días después de su resurrección, para darle una oportunidad a Tomás de superar sus dudas. "Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado", le dice Jesús, invitándolo a tocar sus heridas. Y en ese momento, Tomás, lleno de fe renovada, responde con una profunda confesión: "Señor mío y Dios mío" (Jn 20, 28). Estas palabras, que se pronuncian en cada misa al adorar la Eucaristía, reflejan el reconocimiento de Cristo como el Hijo de Dios, verdadero Dios y verdadero hombre.
EL CAMINO DE LA REDENCIÓN
La actitud de Tomás es comprensible, pues él había puesto su confianza en Jesús y había vivido a su lado durante mucho tiempo. La muerte de su Maestro lo dejó desorientado, confuso y abrumado por la tristeza. Pero a través de este encuentro con Cristo resucitado, Tomás pasó de la incredulidad a una fe sólida y profunda.
Este episodio no solo marca el camino personal de Tomás, sino que también tiene una lección para todos los creyentes. La duda y la fe no son opuestas, sino que, a veces, la duda puede ser el preludio de una fe más fuerte y consciente. Jesús no rechaza la duda de Tomás, sino que la transforma, dándole la gracia de reconocer en él al mismo Dios vivo y resucitado.
UN APÓSTOL MISIONERO Y MARTIRIZADO
Tras el evento de la resurrección, Tomás recibió la misión de predicar el evangelio en lugares lejanos. Se dirigió a Persia, Etiopía e India, donde, según la tradición, predicó el mensaje cristiano y estableció comunidades de fieles. Su valentía y fidelidad al Evangelio lo llevaron a ser martirizado, un sacrificio que culminó con su testimonio en tierras lejanas.
Una de las tradiciones más significativas asociadas a Santo Tomás es el cinto de la Virgen María, que, según la leyenda, le fue entregado por la misma Madre de Dios. Esta tradición relata cómo Tomás, al no creer en la Asunción de la Virgen, fue llevado a abrir su tumba, solo para encontrarla vacía y rodeada de flores. En ese momento, la Virgen le dejó caer su cinturón, simbolizando la gracia y el consuelo divino.
Como él, podemos tener el valor de enfrentarnos a nuestras propias dudas y, con la gracia de Dios, llegar a reconocer a Cristo como Señor y Dios.