¿Un pueblo fantasma fronterizo? Conoce la enigmática historia que une a Sonora y Arizona

Este lugar, ubicado a 40 kilómetros de Nogales, fue un pueblo minero próspero hace alrededor de 150 años y posee una atmósfera detenida en el tiempo

Por: Marcela Islas

La frontera entre Estados Unidos y México es una de las más transitadas del mundo, con grandes barreras metálicas que buscan frenar la migración ilegal. Sin embargo, no toda la franja fronteriza es hostil o caótica, pues también hay lugares donde la calma contrasta con la imagen de tensión habitual. 

Uno de estos sitios es conocido como Lochiel, un pueblo fantasma en Arizona, ubicado a unos 40 kilómetros de Nogales y 16 kilómetros del poblado de Santa Cruz, Sonora.

En la plataforma de TikTok, el creador de contenido Luis Denis visitó este lugar y mostró sus características peculiares. En este pueblo destacan las casas abandonadas, un cementerio, una iglesia y la escuela de una sola aula construida con adobe rojo.

En este viejo plantel educativo, los visitantes pueden encontrar información sobre el pueblo, entre fotografías históricas y un libro de visitas que da testimonio de todos los años que enmarcan a este enigmático lugar. 

¿CUÁL ES EL HISTORIA Y ORIGEN DE ESTE PUEBLO LLAMADO LOCHIEL?

Originalmente conocido como La Noria y posteriormente como Luttrell, Lochiel adquirió su nombre actual en 1884 gracias al ranchero Colin Cameron. En sus orígenes, fue un pueblo minero próspero. Actualmente, pertenece a The Nature Conservancy y los Parques Estatales de Arizona, funcionando como una reserva natural. 

Un dato histórico poco conocido es que Pancho Villa y sus hombres pasaron por Lochiel durante la Revolución Mexicana en 1910. Se dice que el "Centauro del Norte" saqueó caballos y ganado en el área mientras avanzaba por la frontera

A pesar de su estatus de reserva, Lochiel presenta un hecho curioso: la cerca fronteriza en algunas zonas está deteriorada y prácticamente inexistente, permitiendo que cualquier persona cruce con facilidad.

Este solitario lugar, a diferencia de las garitas abarrotadas, ofrece un vistazo a la frontera sin barreras impenetrables ni vigilancia extrema, lo que lo convierte en un espacio que parece detenido en el tiempo.