Por: Eduardo Sánchez
Dicen los que tienen muchos años que nunca se había visto tal nivel de psicosis ante la aparición de una enfermedad.En pleno siglo 21, cuando se supone que hay avances extraordinarios en medicina y la tecnología en general, un virus está causando prácticamente la parálisis de la sociedad, en México y en el mundo.
Muchos hemos tomado con humor todo el suceso alrededor del llamado coronavirus, pero eso suena a irresponsabilidad pues se trata de algo que, de seguro, cambiará en mucho las formas de vida en el planeta.
Hasta las maneras de saludar, nos dicen, se han vuelto insalubres y cualquier reunión con más de 10 personas ahora va a sonar tan prohibido como una orgía.
Aunque pareciera irrisorio pero eso del cierre de escuelas, cines, antros, bares, gimnasios y casinos y quizá hasta los templos para evitar la acumulación de personas debe llamar a la reflexión porque ni siquiera en los tiempos de guerra se han visto, comentan, estas extremas restricciones.
Otros más aventurados alcanzan a escribir que todo este proceso infeccioso fue ideado por China para apoderarse de los controles del mundo financiero.
¿Hay que temerle a este virus? Por supuesto. Pero ante todo hay que temerle más a reacciones como las de miles de vecinos que acudieron, con poder económico, a vaciar los supermercados, mientras que quienes viven “al día”, como luego se dice, cuando puedan ir a hacer sus compras solamente encontrarán alimentos poco saludables.
En Sonora ayer se dio a conocer el primer caso de una persona enferma con este mal y de inmediato, en buena hora, se aceleraron las medidas precautorias que desde días antes se habían puesto en práctica.
Cumplir con todos los protocolos en las calles, los edificios o las viviendas, a fin de evitar el contagio de las personas, es una prioridad, por supuesto, sin que ello reste esa movilidad necesaria para mantener la dinámica económica y social de las familias.
Tampoco es cuestión de perder el contacto con nuestra u otras familias sino todo lo contrario. Ojalá este espacio que las autoridades han decretado para estar en casa debe ser usado para las relaciones entre padres, hijos, hermanos y otros familiares.
Espacios de convivencia se han perdido y deben recuperarse con todas las medidas sanitarias sugeridas de por medio y evitar que la “comunicación” sea solamente con los teléfonos celulares y otros aparatos electrónicos que nos distraen en el buen trato al interior del hogar.
No sea que le pase, como recuerdo alguna madre le advirtió a su hija, que algún virus de la computadora le contagie.
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