La vuelta al mundo que me late

Por: Eduardo Sánchez

En cuanto me entregaron el dinero que gané en el Melate me dirigí a la primera agencia de viajes que encontré y adquirí un boleto abierto de primera clase para recorrer el mundo. No me importó irme solo, estaba seguro que mi don de gentes y mi poca vergüenza me permitirían convivir con locos extraños, debido a mi experiencia.

Además, quería olvidarme totalmente de cualquier cosa que me amarrara a mi polvoriento pueblo. La idea era aventurarme a lo desconocido.

Años tenía esperando que llegara este momento, así que no dude en lo absoluto sobre lo que debía hacer. No necesitaba más que mi pasaporte y la tarjeta de crédito. Nada más.

Ropa, higiene personal, cámara, lentes, zapatos, piyamas, lociones, etc., los compraría en donde se me pegara la gana, pero eso sí, de la mejor calidad. Combinados y zapatos italianos. Cámara japonesa. Comida española y un reloj suizo sólo para llegar a tiempo a los conciertos y shows en donde estaré. ¡Qué conste!

Lociones francesas. Piyamas de seda china. Calcetines de algodón egipcio. ¿Calzones?,…no uso.

Buscaré un buen tabaco y en la Habana de puros me haré. Bastantes, para que me alcancen a acompañar los muchos litros de tintos y blancos que  beberé, pero sobre todo, para encender los oscuros momentos en el mundo. Claro, una vez en Escocia, no me perderé por nada un buen whisky en las rocas, viendo el paisaje desde los acantilados.

Un buen térmico y dos chamarras de lana inglesa para el frío en Katmandú, y un sombrero para la cabeza.

Leer en las plazas de Madrid. Comer en Portugal. En Holanda, después de un paseo en bicicleta, un poco de delirio a la carta y pasión de escaparate.

Alemania: salchichas y cerveza. Liverpool, la ruta de los Beatles. En París, un romance  de champaña con  burbujas.

Por Rusia, un vodka sin hielo, y en San Petersburgo, una misa yo anhelo.

En Australia el atardecer y en Finlandia el amanecer. Pollo al curry en la India y el Taj Mahal  recorrer y de las manos Geishas, un buen masaje en silencio.

A lomo de camello pisaré el Sahara y en elefante la tan africana sabana. Seguro es que el rugido de los leones en celo no me deje dormir, hasta que los tambores vuelvan a tumbar.

De Colombia el café de su gente. En Brasil, samba y futbol. En Perú, los andes incas, y en Chile, la Patagonia. En Argentina, un tango de bife. De ahí a Canadá y Alaska será; pureza en hielo y de la aurora boreal. Nueva York y sus luces; Broadway y su telón.

En las playas de Yucatán, me voy a despertar.

“Dime lo qué quieres y te daré lo que necesitas” Doobie Brothers

Jesushuerta3000@hotmail.com