Por: Eduardo Sánchez
Después de millones de años de rotación de la tierra, la vida en el planeta se fue gestando poco a poco. Muy lentamente.De pronto fueron surgiendo todo tipo de organismos, y comenzaron a ocupar espacios en el suelo, el subsuelo, los mares y el cielo. Todo alrededor estaba en evolución permanente y para que la vida continuara todos dependían de todos. El equilibrio perfecto de la vida en la tierra dependía de un fino hilo que era manejado por las fuerzas supremas del universo.
El pasar del tiempo fue trayendo cambios notables; las escamas se convirtieron en cabellos, y los cabellos en piel. El cerebro de los animales creció únicamente lo necesario para que pudieran subsistir, pero sin contar con el libre albedrío. Algunas especies del mar emigraron a la tierra y viceversa. Hasta que llegó un día en que el Gran Hacedor decidió crear al hombre; al Ser Humano. Creó mujeres y hombres con tal de sentirse acompañado, y los hizo a su imagen y semejanza.
Los hombres se fueron reproduciendo y poblaron la tierra. La inteligencia iluminó a millones de ellos, lo mismo que la estupidez los limitó. En los inicios cada vida era sagrada. Cada nacimiento era un acontecimiento. Después, el generar nuevas vidas se convirtió en un simple deleite. Eran escasos los que estaban preparados genéticamente y éticamente para procrear, pero a nadie esto le importó. En un principio el dínamo del universo sabía que el generar nueva vida era una enorme responsabilidad y un compromiso de largo alcance, fue entonces que decidió que el acto de procreación fuera enormemente placentero para ver quién se animara, pero, con el tiempo, la mayoría sólo buscaba ese goce divino sin importarle el resultado, por lo que la tierra se comenzó a poblar de millones de seres no deseados, no educados, no queridos y entonces comenzaron los grandes problemas. Comenzó a existir la violencia, el odio, los egos, y cientos de problemas que convirtieron el goce de vivir en una tragedia. Un día la Chispa Divina se hizo hombre y vino a la tierra a recordarle a la gente cómo debía de vivir para honrar la esencia del Ser que les tocó vivir. Las cosas siguieron igual y sólo unos pocos hicieron caso, hasta que el Creador del Universo se encolerizó y decidió que todos aquellos que desearan reproducirse, deberían de cumplir una serie de proezas que demostraran que estaban preparados para fungir como imagen y semejanza de un nuevo ser. Las hazañas eran físicas y mentales.
Debido a esta nueva regla del Jefe, el mundo se fue quedando sin gente. Eran pocos los seres humanos que caminaban por la tierra. La contaminación fue extinguiéndose, las guerras se acabaron y cada persona tenía todo para enaltecer su condición de individuo. El humano por fin había evolucionado.
“Ser humano es lo que quiero ser” Eros Ramazzotti
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